sábado, 17 de septiembre de 2016

VOTARÉ POR EL SÍ, PERO... . Por ARMANDO BARONA MESA. Cali, Septiembre 16, 2016

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.ACUERDO de PAZ 

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Por ARMANDO BARONA MESA  1 )

Cali, Septiembre 16, 2016,  12:18 p. m.

         Sí, votaré afirmativo el plebiscito, pero tengo que decir que hay muchísimas cosas, dentro de la profusa y costosa campaña del gobierno del presidente Santos a favor del sí, que significan un engaño al país, otro a la paz misma, otro a la justicia y otro que se torna evidente que es la entrega del presidente a los intereses de las Farc. 
         Se engaña al país cuando, para lavar y exaltar a la categoría de próceres a los señores de las Farc, el señor presidente Santos hace un oso gigantesco y  proclama que hará la firma  de los acuerdos, con la presencia de los líderes de aquella organización subversiva, en el palacio de las Naciones Unidas en Nueva York. Todo esto para que ningún tribunal de justicia internacional pueda meterle mano por sus crímenes de lesa humanidad, a esos mismos próceres que él presenta a la comunidad internacional. Menos mal que el gobierno de los Estados Unidos rechazó tal pretensión y se negó a expedirles la visa. Igual fue el oso y con los mismos propósitos, de haber metido al papa para que dizque nombrara a unos jueces comprometidos con la impunidad. El papa, por supuesto, se negó a la comedia. 
         Se engaña a la paz misma, si es que ésta deja de ser un estado social para convertirse en un sustantivo propio, cuando se vende por todos los medios la idea de que lo que vamos a conquistar es la paz. Nada en el país nos dice que tendremos un estado social de equilibrio y solidaridad en el empeño de silenciar las armas y favorecer los derechos fundamentales de todos los colombianos. Cualquiera lo ve: la inseguridad, que es la violencia, el despojo, la crueldad homicida, el secuestro y los desplazamientos, están al orden de todos los días, producidos por la delincuencia común cada vez más creciente,. De igual modo la producción de drogas y la estela de crímenes que la acompaña, allí están generando odios y rencores, desequilibrios, desplazamientos y desesperanza. Omitir la mención de estos sucesos diarios y crecientes, para decir que estamos ad portas de la paz, es engañar a sabiendas de que ésta no existe ni vendrá. 
         Pero hay algo peor aun: al decir de los antiguos, la naturaleza le tiene miedo al vacío, y es ostensible que el vacío que podrían dejar las Farc ya está siendo cubierto por el ELN. Los desertores de aquella se le han sumado con sus armamentos y lo que se ve es que aquellos vacíos que quedan se llenarán por esa organización criminal tan recalcitrante, tan agresiva y tan violenta. El gobierno los convocó a  conversaciones, pero ellos rechazaron la condición de que entregaran a los secuestrados en su poder -entre ellos al ex parlamentario Sánchez del Chocó- y se comprometieran a no secuestrar más. Rechazaron esa propuesta y entraron con ardentía a matar soldados y policías, no en combate abierto, sino a mansalva y sobreseguros. Impusieron un paro armado en cinco departamentos y sembraron el terror, quemaron buses y se adueñaron de otros territorios en los que antes no estaban. Y el gobierno, nada. Hace tres meses mataron a un mocho malvado en Quibdó, pero a nadie han encarcelado ni han bombardeado ningún campamento de esa guerrilla ni habrá sanción alguna. Continuarán impune y libremente con el accionar violento de las Farc, y el señor Santos se hace el desentendido mientras miente por todas partes, con su vasto equipo de servidores amanuenses dándole la bienvenida a la paz y macartizando a los que hacen observaciones y no tragan entero, diciendo que son los enemigos de la paz. Este, pues, es un engaño deliberado a la propia paz. 
         Y naturalmente que hay un gran engaño a la justicia con la llamada justicia transicional, engendro con el que ganaron mucho dinero algunos habilidosos juristas. Ha dicho el señor de la Calle varias veces que Timochenco podría ser presidente de la República, y eso complace a Santos. Pero se olvidan que el derecho penal hace responsables a los jefes de una organización militar -eso dicen que son los de las Farc- de todos los crímenes cometidos por los agentes. Esa es una organización piramidal en la que no es posible que los jefes se sustraigan y atribuyan los delitos cometidos a los inferiores que cumplieron las órdenes. Que los altos jerarcas de la organización terrorista puedan salir ilesos de la acción de la justicia es no solo un atropello a la ética y al derecho, sino un vergonzoso ataque a la justicia. 
         No creo que el señor Presidente sea un enviado del castro-chavismo, ni del marxismo-leninismo. No, pero sí recuerdo que los adictos a este sistema rotundamente fracasado en la historia, utilitaristas como son, hablan de los idiotas útiles de los cuales se sirven y todavía los insultan. Santos, sin lugar a dudas, se ha convertido en eso. Y lo primero que hizo fue olvidar a los diputados asesinados fríamente y sin necesidad. A los seres humildes de Bojayá, los campos de concentración bajo el mando del abominable Mono Jojoy, el genocido terrorista del Club El Nogal, todos los secuestros y extorsiones, las minas quiebrapatas y el infinito número de minusválidos que dejaron, y se agrega algo tan sobrecogedor como fue el negocio del narcotráfico en proporciones industriales con el que se enriquecieron y ocultaron esos enormes patrimonios. Todo lo olvidó el señor Presidente y busca que todos olvidemos y perdonemos. Los acuerdos, no es sino leerlos, todos tienen el lenguaje artificial acuñado por estos criminales y hoy próceres, por una metamorfosis en la que nadie podía pensar. 
         Claro las Farc desaparecerán, pero la paz no llegará y todos habremos sufrido el engaño sarcástico producto de toda esa aberrante y millonaria compaña oficial. Buenos días, señora Paz, aunque sigamos en derrota.   
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NOTAS y MENSAJES
* Sí, lo afirmo, es un mango, pero tengo que decir ...  "que es blanco, gallina lo pone y frito se come ...".  
* "Agua pasó por aquí, cate que no la ví!  (Sí, lo afirmo: El huevo)
* Sí, lo afirmo, es un vulgar jinete cualquiera, pero tengo que decir que “es un hidalgo, que vivía en un lugar de la Mancha, de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza.  … 

Sí, lo afirmo, es un vulgar jinete cualquiera, ... 
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Por qué votaré Sí

Voy a votar Sí para derrotar a las Farc en las urnas.
María Isabel Rueda
María Isabel Rueda
 EL TIEMPO, 4 de septiembre de 2016


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** De: Alejandro Buenaventura
Cali, 16 de septiembre de 2016, 13:33
Asunto: Después de leer 
...  No entiendo ... 
 RE: VOTARÉ POR EL SÍ, PERO....Por ARMANDO BARONA MESA. Cali, Septiembre 16, 2016
Para: NTC ntcgra@gmail.com
Después de leer cuidadosamente el "comunicado" del señor Barona Mesa, unilateral, ambiguo, dubitativo y amañado, no encuentro ninguna razón objetiva para que vote por el SÍ.
No Entiendo dada su Seriedad  Y Profesionalismo, Vota SI , Estando tan Convencido de Ese Gran Engaño!!!
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De: Armando Barona Mesa 

Fecha: 17 de septiembre de 2016, 9:15

Asunto: Re: Fwd: Después de leer ... . No entiendo ... RE:
VOTARÉ POR EL SÍ, PERO....Por ARMANDO BARONA MESA. Cali, Septiembre 16, 2016

Para: NTC  ntcgra@gmail.com

Hola Alejandro: 
Soy tu amigo de siempre y no alcanzo a captar la razón de tu ofuscamiento. Escribo sin pasión sobre los hechos de la vida diaria y, por supuesto, observo los acontecimientos históricos, en este caso concreto la acción del gobierno en sus compromisos y comportamientos con los señores de las Farc, a los que pretende el señor presidente Santos lavar la cara y las manos ante el mundo. 
Los ha convertido en próceres y  los ha rodeado de garantías y privilegios, llegando hasta librarlos de la acción de la justicia, no obstante que los jefes son responsables agravados, como en los vasos comunicantes, de los horrendos delitos que han cometido. Atroces genocidios, actos terroristas indiscriminados, han asesinado a mansalva y sobreseguros a humildes policías y soldados, han dejado mútilos a tantos jóvenes, han secuestrado y extorsionado y han establecido horrorosos campos de concentración, al tiempo que han dañado en forma insalvable la naturaleza, contaminando las fuentes de agua y devastando sin piedad las selvas profundas donde se albergaban las reservas del planeta. 
Pero hay algo más grave aun: han sido productores industriales de cocaína y son narcotraficantes con rutas propias, amasando fortunas incalculables que habilidosamente tienen escondidas en otras manos del testaferrato. Todos son crímenes de lesa humanidad. 
Eso, por supuesto, debe tener alguna sanción conforme al sistema ordinario de justicia; pero han creado un costosísimo sistema judicial que llaman eufemísticamente "justicia de transición", en orden a crear una apariencia que intentó legitimar el gobierno -Oh avilantez- incorporando al Papa y a las Naciones Unidas, al igual que a los tribunales internacionales en la disgnaión de los jueces, en el intento de escapar al brazo de la justicia de La Haya. 
Hay tantas cosas que constituyen una entrega del presidente a tales criminales en medio de la avasalladora y riquísima campaña -que tenemos que pagar los colombianos con una nueva reforma tributaria- que promueve el sí por parte del gobierno. Es por eso que una persona como yo, de pensamiento libre, no puede pasar en silencio tales despropósitos. 
Y dije que votaré sí, buscando el beneficio de la desaparición de ese cuerpo subversivo que, sin fundamento alguno ni piedad, nos declaró la guerra a los colombianos y nos atacó sin clemencia, especialmente en las regiones más pobres y durante un tiempo tan largo. Sí, por eso exclusivamente dije que mi voto será por el sí. 
Empero, eres tu, apreciado Alejandro, el que ha dicho que, ante mis observaciones, que no son amañadas y están sometidas con el mayor rigor a la verdad, lo que corresponde es votar no.  
Y no te enojes, querido Alejandro, que la verdad no puede provocar emociones negativas. Un viejo amigo, que ya murió, decía: "emociónese con lo suyo". 
Con mi amistad de siempre, ARMANDO BARONA MESA, septiembre 17 de 2016.
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De: Juliana Garcés 
Fecha: 17 de septiembre de 2016, 12:39

Asunto: Re: VOTARÉ POR EL SÍ, PERO.... Por ARMANDO BARONA MESA. Cali, Septiembre 16, 2016
Para: NTC  ntcgra@gmail.com Cc: enetece@outlook.es

Muy buen artículo pero yo votaré NO.
Gracias, Juliana
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De: ELÍAS LEDESMA CHÁVEZ 
Fecha: 17 de septiembre de 2016, 13:10

Asunto: Fwd: VOTARÉ POR EL SÍ, PERO.... Por ARMANDO BARONA MESA. Cali, Septiembre 16, 2016
Para: NTCGRA@gmail.com  
Maestro, Barona Mesa, excelente comentario, viniendo de su parte,  considero como usted bien lo concluye que esto ya está consumado y que la fórmula más bien al no tener otra alternativa es la ABTENERSE. 
Cordial saludo, ELÍAS LEDESMA CHAVEZ 


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Yo no lo tenía tan claro antes de leer el artículo de Héctor Abad Faciolince. 
Pero ahora, si fuera colombiano y pudiera votar, yo también votaría por el ‘sí’
MARIO VARGAS LLOSA

EL PAÍS, España, 17 SEP 2016, TRIBUNA
Los buenos artículos me gustan casi tanto como los buenos libros. Ya sé que no son muy frecuentes, pero ¿no ocurre lo mismo con los libros? Hay que leer muchos hasta encontrar, de pronto, aquella obra maestra que se nos quedará grabada en la memoria, donde irá creciendo con el tiempo. El artículo que Héctor Abad Faciolince publicó en EL PAÍS el 3 de septiembre (Ya no me siento víctima), explicando las razones por las que votará  en el plebiscito en el que los colombianos decidirán si aceptan o rechazan el acuerdo de paz del Gobierno de Santos con las FARC, es una de esas rarezas que ayudan a ver claro donde todo parecía borroso. La impresión que me ha causado me acompañará mucho tiempo. ….


​Ilustración: FERNANDO VICENTE
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Por Matador ... EL TIEMPO, sept. 20, 2016
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ANTONIO MORALES ENTREVISTA A LA SENADOR CLAUDIA LÓPEZ EN EL EPISODIO 07 DE CAFÉ PICANTE. Sobre el Plebiscito.

Septiembre 18 de 2016

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'En cuatro años de negociación, hubo varias tensiones': De la Calle

El jefe negociador del Gobierno habló con la Revista BOCAS de cómo se hizo la paz.
"No se hacen milagros escribiendo palabras, los únicos que hacen milagros escribiendo palabras son los poetas."

Por:  LAILA ABU SHIHAB 

 EL TIEMPO,  19 de septiembre de 2016

FRAGMENTO

"... 
Es bien conocida su aproximación pesimista frente a la vida, pero hoy, con el acuerdo final firmado y aunque todavía falte la votación del plebiscito, ¿sigue viendo todo con la misma perspectiva?
No. Aunque ese pesimismo ahora quisiera traducirlo más bien en términos de escepticismo. Mire que es una cosa muy práctica en la vida, porque así uno está preparado para los reveses, y más en un proceso tan complejo como el de La Habana, en el que amanecía creyendo que ese día se firmaba el acuerdo y a las cinco de la tarde estábamos más distantes que antes. Eso pasó muchas veces y exigía un comportamiento y una actitud de esa naturaleza: no caer en un profundo negativismo, mantener vivas la tenacidad y las ganas de lograr un acuerdo, pero sin albergar tampoco falsas esperanzas, sin pensar con el deseo, que también es muy nocivo para una tarea de estas. Hoy, yo creo que el acuerdo al que llegamos es el mejor acuerdo posible, aunque eso lo tienen que decir los colombianos. Es bastante equilibrado y los llamados sapos me parece que son sacrificios que hay que hacer en beneficio de la paz y que son razonables. No se acabaron las instituciones y el cuento del castrochavismo es un chiste que ni siquiera merece mayor comentario. Eso me hace sentir optimista también del resultado, pero siempre hay que ser riguroso en esto: no es que el narcotráfico se vaya a acabar al otro día de la firma y no es que a los jóvenes en Bogotá ya no les vayan a robar el celular en la calle. La firma es el fin del acuerdo para terminar un conflicto, pero es el comienzo de una fase mucho más compleja de construcción de paz que debe demorarse por lo menos una década y en la que todos vamos a tener que cooperar. No se hacen milagros escribiendo palabras, los únicos que hacen milagros escribiendo palabras son los poetas.
..." 


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Lo que no me gusta del Acuerdo

Mauricio Cabrera Galvis
Mauricio Cabrera Galvis
EL PAÍS, Cali, Septiembre 17 y 18 de 2016

Fragmento final:

No me gustan algunos detalles del Acuerdo, pero tengo total confianza en que el excelente equipo negociador del Gobierno y los generales que durante tantos años combatieron a la guerrilla, no hicieron concesiones ni entregaron nada que ponga en peligro la democracia colombiana. A ellos de nuevo muchas gracias.

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¿Neutrales?
Por Óscar López Pulecio
Imágenes integradas 1

La neutralidad está reservada a las personas entrenadas para garantizar el respeto por las reglas de juego acordadas. Vale para los árbitros de fútbol pero también para quienes aplican justicia, para los terceros a quienes se encomienda zanjar una disputa y para quienes tienen la obligación de garantizar los derechos ciudadanos que son iguales para todos. Pero hasta allí llega porque la vida humana y social no es neutra sino una interminable sucesión de compromisos grandes y pequeños, que terminan por definir a las personas y a las sociedades.
La Iglesia Católica colombiana por ejemplo no puede ser neutral ante el proceso de paz con el pretexto de que hay fieles que lo apoyan y otros que lo rechazan porque la esencia del mensaje cristiano es la paz y la reconciliación. No le corresponde entrar en el debate de si las condiciones establecidas para abrir una posibilidad de paz en la sociedad colombiana son adecuadas o no, pero el compromiso de su ética con la paz debería superar cualquier reparo, que es asunto del debate político. Oír a los obispos decir que debe hacerse pedagogía sobre el proceso de paz y que corresponde a cada quien votar en conciencia, es eludir una responsabilidad histórica que podría haber enmendado muchos errores eclesiásticos del pasado cuando la Iglesia estuvo mezclada en política partidista, para mal. Su posición éticamente correcta, acorde con las enseñanzas de Cristo, debió haber sido apoyar el proceso e invitar a los fieles a analizarlo con respeto por quienes no estén de acuerdo.
Lo mismo sucede con el Gobierno Nacional. Un gobierno no puede ser neutral respecto de sus propias políticas públicas. Su responsabilidad es sacarlas adelante, explicar sus ventajas, establecer sus riesgos, sus tiempos de aplicación, las dificultades de su desarrollo. Pero defenderlas a capa y espada porque son su compromiso con la ciudadanía y porque el gobierno es para gobernar, es decir para establecer una agenda pública y aplicarla. 
En la democracia corresponde a la oposición establecer los reparos a lo que se proponga, es su obligación. Pero no se puede pedir, esta vez desde la ética social, que el gobierno sea neutral frente a sus propias políticas. Cuando el Presidente de la República involucra a toda la administración pública en crear ambiente para el voto por el sí en el proceso de paz, está ejerciendo un derecho legítimo, puesto que no se trata de una elección popular sino de la consulta sobre una decisión propia.
Cosa muy distinta es que el resultado de esa votación tenga efectos electorales. Como los va a tener. Puede sepultar políticamente a quienes apoyan el no, si el sí triunfa por inmensa mayoría. O al revés, lo cual no parece probable. Pero eso es lo que podríamos llamar un efecto secundario, que no es comparable con lo que significa históricamente que una sociedad dividida y violenta trace una ruta de reconciliación nacional y se comprometa con ella. Como bien lo perciben los opositores, su trabajo es tarea de romanos, por aquello de que más vale un mal arreglo que un buen pleito, para ponerlo en el lenguaje de los árbitros. Pero están en su derecho de glosar muchos de los términos de ese acuerdo que está lleno de incertidumbres, como la vida y como el futuro. Les corresponderá hacer la auditoria y fiscalización de lo acordado cuando triunfe, como va a suceder. Tarea que será bienvenida. Y éticamente correcta.
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MENSAJES

Fecha: 25 de septiembre de 2016, 9:22
Asunto: Re: ¿Neutrales? Por Óscar López Pulecio. EL PAÍS, Cali, Septiembre 24, 2016,
Para: NTC ntcgra@gmail.com

Claro y preciso. Excelente artículo
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Fecha: 25 de septiembre de 2016, 15:47
Asunto: Re: ¿Neutrales? Por Óscar López Pulecio. EL PAÍS, Cali, Septiembre 24, 2016,
Para: NTC ntcgra@gmail.com , Cc: "NTC ..." ntcboletin@gmail.com

Magnífica cátedra de sentido común la que nos entrega Óscar López Pulecio con su acostumbrada lucidez intelectual, en verdades de a puño que no se pueden soslayar.
Prefiero, como ser humano pensante y deliberante, equivocarme eventualmente con el SI-SI-SI, que malquererme el resto de mis años o mis meses con una magnífica Guerra ferozmente diseñada para fusilar para siempre las esperanzas de todos nuestros nietos....!!!!
ADOLFO VERA-DELGADO
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* Continuará ...

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martes, 13 de septiembre de 2016

EL ACUERDO CON LAS FARC Y EL CASTIGO TRANSICIONAL. Por Fernando Tocora López*. CONCEPTO DE LA ASOCIACIÓN LATINOAMERICANA DE DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA, ALPEC

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CONCEPTO DE LA
ASOCIACIÓN LATINOAMERICANA DE
DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA, ALPEC

EL ACUERDO CON LAS FARC Y EL CASTIGO TRANSICIONAL

Por Fernando Tocora López *
Coordinador ALPEC Colombia, Exmagistrado, catedrático y tratadista colombiano

El Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera contiene un capítulo que crea la jurisdicción especial para la paz, una justicia restaurativa cuyo eje es la reparación o compensación de los derechos de las víctimas y no tanto la venganza de la justicia retributiva, si bien incluye un listado de sanciones que llega hasta los 20 años de prisión. La venganza ha sido un  dinamizador de la violencia del conflicto armado, una vez que comenzara con la persecución de opositores en los años 50s, por parte de los gobiernos de la época. Las primeras guerrillas –liberales- actuando en defensa propia se refugiaron en las montañas para salvar sus vidas, aunque no siempre sus haciendas.

Los procesos de paz de la historia moderna se han hecho con modelos de justicia restaurativa y negociada y no con los modelos de justicia ordinaria que antes que ofrecer soluciones, crean más resentimientos y reincidencias. Citemos los precedentes de los procesos de Irlanda, Sudáfrica y Centroamérica que han conducido a una paz estable y en los que la justicia convencional solo ha sido parcialmente honrada, tanto desde la orilla de los crímenes de Estado como del lado de los actores armados insurgentes o contrainsurgentes. Haber continuado el enfrentamiento armado hubiera significado más impunidad aún, en la medida en que la guerra hubiera generado más violaciones de derechos, que el sistema penal ordinario no estaría en disposición de evacuar produciéndose un cada vez mayor cúmulo de impunidad.

Para quienes quieren continuar la guerra, es necesario resaltar que generalmente no son sus hijos quienes prestan el servicio militar, ni quienes engrosan los ejércitos de paramilitares o de la misma guerrilla. Son los hijos de los campesinos los que integran esos ejércitos; ellos son la carne de cañón, que generalmente es manipulada en los discursos ideológicos y políticos para reivindicar la guerra, pero una vez que sus viudas o sus padres comparecen ante las ‘instancias superiores’ para reclamar justicia y reparación, le es negada sistemáticamente por todos los actores armados.     

El sistema integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición plantea como fin esencial la satisfacción del derecho de las víctimas a la justicia, ofrecer verdad a la sociedad, proteger a los derechos de las víctimas, contribuir al logro de una paz estable y duradera y adoptar decisiones que otorguen plena seguridad jurídica a quienes participaron en el conflicto armado.

Dentro de esa perspectiva restaurativa y de negociación la justicia asume una flexibilidad dada la transición que se pretende entre el estado de guerra y la paz. Es una justicia ante todo hacia el futuro porque busca la prevención, evitar la repetición incesante de las infracciones penales, la espiral ascendente de la venganza y del odio. No es tanto el pasado, la venganza, la ley del talión. En la ley de Justicia y Paz ese espíritu estuvo presente y las penas se limitaron a ocho años de prisión. En el Acuerdo suscrito entre el gobierno y las FARC se contemplan penas de prisión de hasta veinte años. Por lo tanto no se puede hablar de total impunidad en dicho Acuerdo. El art. 40 del punto II de la Jurisdicción especial para la Paz, restringe la posibilidad de amnistiar o indultar los delitos de lesa humanidad, el genocidio, los graves crímenes de guerra, la toma de rehenes u otra privación grave de la libertad, la tortura, las ejecuciones extrajudiciales, la desaparición forzada, el acceso carnal violento y otras formas de violencia sexual, la sustracción de menores, su desplazamiento forzado, además de su reclutamiento conforme a lo establecido en el Estatuto de Roma.

Lo que se amnistiará o indultará serán los delitos políticos y conexos (art. 38 ibidem) fenómeno que no es exótico sino que corresponde a la más auténtica doctrina liberal de la Ilustración que al lado del derecho de asilo da un trato diferente al delito político frente al delito común. La rebelión, la sedición, la asonada, son los delitos políticos que obtendrán ese perdón de la sociedad representada en la voluntad de un Estado dirigido por un gobierno elegido democráticamente. Los delitos conexos como el porte ilegal de armas, las muertes en combate, y los demás que los jueces encuentren jurisprudencialmente también serán objeto de indulto o amnistía, porque son de suyo, modos de ejecución del delito político, siempre y cuando no tipifiquen los delitos excluidos de esos beneficios y señalados en el art. 40 mencionado.  Esto es lo que obtienen los insurgentes por entrar en negociación, por dejar las armas y por pactar que no volverán a atentar contra los derechos de los demás. Si incumplen esos acuerdos el Estado colombiano tendrá toda la facultad de aplicar la ley ordinaria contra ellos.

Las sanciones de la justicia transicional están taxativamente contempladas en el Listado de Sanciones del Acuerdo, que prevé unas penas alternativas (de contenido restaurativo y reparador así como restricciones de libertades y derechos, tales como la libertad de residencia y movimiento) para quienes reconozcan verdad exhaustiva, detallada y plena ante la jurisdicción de Paz, y penas privativas de la libertad de entre 5 a 8 años para los delitos más graves. Para quienes no reconozcan verdad exhaustiva, detallada y plena ante la jurisdicción de paz se contemplan penas de entre 15 a 20 años de privación efectiva de la libertad. Si bien las penas alternativas no corresponden a la tradicional pena privativa de la libertad, implican restricciones importantes de los derechos de los sentenciados y corresponden a la situación transicional de superación de un conflicto que en más de 50 años no se pudo acabar, lo que desborda la pretensión ilusoria de aplicar la ley ordinaria penal a un fenómeno tan denso como imposible de procesar, como lo es el enfrentamiento armado crónico entre colombianos.
       
Ante esa disyuntiva la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología considera que la Justicia Transicional que recoge el Acuerdo de Paz examinado es una forma válida de justicia, que se basa principalmente en la restauración de los derechos de las víctimas, el reconocimiento del conflicto armado como un enfrentamiento fratricida que no puede continuar, y  el requerimiento ciudadano e internacional por la paz que es el principal fruto de la justicia.

Fernando Tocora López
Coordinador ALPEC Colombia  
Exmagistrado, catedrático y tratadista colombiano

CONTINUA (2) más adelante, Sept. 23, 2016
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SEGUIMIENTOS y COMPLEMENTACIONES
A septiembre 17, 2016
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EL ACUERDO DE PAZ Y EL PROBLEMA DE LAS DROGAS
Por: Fernando Tocora López 
Director para Colombia de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología ALPEC  
                           
El Acuerdo de Paz ciertamente no va a terminar con el problema de las drogas ilícitas, pero si lo va a reducir en cuanto toca a Colombia de una manera sensible. En ningún otro país del mundo, tiene este negocio la protección de un ejército de 8.000 hombres, que han decidido articularse a esa actividad colateralmente o insertarse directamente a ella para autofinanciarse. Claro que está el precedente  del  ejército inglés de su majestad británica imponiendo por la vía de las armas el vicio del opio a la China. Y en países como Myamar (finales del siglo XX) en los que grupos armados insurgentes gravaban a los campesinos cultivadores del opio, cobraban por escoltar los cargamentos, daban refugio a los laboratorios o establecían retenes o alcabalas. De concretarse plebiscitariamente el Acuerdo de Paz, saldrá del negocio esa fuerza que hizo que la producción de la hoja de coca en Colombia superara la del Perú y Bolivia, hasta cierto momento los principales proveedores de esa materia prima  a los Carteles colombianos de Cali y Medellín.

Hay que tener en cuenta que las FARC no son la única organización que está al frente de este negocio, en la que persisten grupos del paramilitarismo y los “cartelitos” que coparon el espacio dejado por los grandes carteles, muchos desprendidos de estos que otrora habían hecho arrodillar este país. Eso mismo es posible preverlo para esta nueva coyuntura, el reemplazo de esta fuerza por los traficantes actuales y por nuevos grupos que actuarán dentro del fenómeno de reacomodamiento (redistribución de rutas, búsqueda de proveedores, etc.). Sin embargo, y ahí está la disminución que pudiera beneficiarnos, habrá un desplazamiento geopolítico que podría ser en “favor” (aumento del negocio) en México, América Central o un retorno del lugar de primacía en la producción de coca en los andes peruanos y bolivianos.

El desarrollo del llamado postconflicto deberá darse con una política muy específica de cara al pequeño campesinado de los Andes colombianos, que nunca deberá ser de tipo penal. Los minifundistas son más bien víctimas de este vasto problema. De continuarse criminalizando habría que ingresar a las cárceles a centenares de miles de humildes labriegos que solamente buscan conseguir el dinero del “diario”, en un mercado en que los productos alimenticios tradicionales no son justipreciados y su valor no alcanza para satisfacer las necesidades básicas familiares. Este sector de la clase baja colombiana es el que ha puesto el 90 % de los muertos en este conflicto de nunca acabar; sus hijos han sido reclutados, muchas veces forzosamente por la guerrilla, otros por los paramilitares, y otros por el ejército nacional, sin dejar de lado los tentados por las bandas u organizaciones de narcotraficantes, para trabajar como peones de ese lucrativo negocio.

El programa de sustitución de cultivos de uso ilícito que plantea el Acuerdo en su punto 4.1.2 es una política que ha sido ensayada en el pasado, incluso con el aval de las Naciones Unidas. Cuando el cultivo que se trata de reemplazar tiene precios superiores, que no admiten competencia, el fracaso ha sido patente. Debe entonces aprenderse de esas experiencias vividas por países andinos como Bolivia y Perú, y adoptarse políticas integrales en las que lo rural tenga una adecuada prestación de servicios básicos, la pequeña producción tenga una adecuada asistencia técnica y el mercadeo de los productos sea más expedito y más justo. Esta política no concierne solamente al gobierno, sino a la sociedad misma que debe adoptar posiciones de comprensión, de consideración y de coherencia, no abusando de sus posiciones dominantes frente a los campesinos pobres.

Para dos profesores-investigadores de la Universidad Nacional para 1999 habían cerca de 300.000 familias dedicadas a los cultivos ilícitos; familias generalmente desplazadas por la violencia y la falta de oportunidades, desplazamiento que se ha operado hacia los cinturones de miseria de las ciudades o hacia las regiones de expansión de la frontera agrícola. Se trata entonces “…de un millón de colombianos, entre indígenas, colonos, campesinos y habitantes urbanos marginados…..más de un millón de hectáreas de bosques y selvas han sido destruidas en la Orinoquía, Amazonia, región andina y serranías para establecer estos cultivos”[1]. Hoy 17 años después el número de desplazados superó según estadísticas de la ONU los 3 millones de personas  y la afectación de aquellos grandes ecosistemas.

Tenemos la oportunidad de parar ese ecocidio, de sanear los tejidos sociales degradados por la cultura del narcotráfico, de reducir a gran escala la producción cocalera, de recuperar el campo para el autoabastecimeinto alimentario del país. No será votando por la continuidad de un conflicto con ese ejército de 8.000 miembros, cuando ellos están estirando la mano para pactar una paz, que no es lo mismo que una rendición, pero que de todas maneras tendrá un componente de justicia alternativa o restaurativa, propia de lo que se acepta internacionalmente como Justicia Transicional. Es la paz de una guerra que comenzó en los años de la violencia liberal-conservadora, en que aparentemente por razones ideológicas se trabaron estos partidos en mutua persecución, generando las primeras guerrillas de las cuales surgirían las FARC. Digo aparentemente, porque detrás de ese conflicto, que es el mismo de ahora, siempre estuvo la tierra en el centro, y en él, el campesinado colombiano como víctima principal. Los demás, salvo ciertas graves excepciones,  la guerra la vimos por televisión.

En conclusión, dentro de la perspectivas de divulgar lo acordado, y en representación de la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología ALPEC, consignamos que  no hay duda que este punto que concierne a la justicia, no a la penal sino a la social, si bien no acabará con el “Problema de las Drogas ilícitas”, cuestión ilusoria que no tiene en cuenta su imbricación internacional y las ventajas comparativas de Colombia en el escenario internacional, si podrá reducir varios de sus nefastos efectos en el país, y podría permitir que partidas presupuestales nacionales y hasta internacionales utilizadas antes en represión se empleen en la recuperación del campo, con una plena productividad de una de las tierras más fértiles de América cuyo pueblo tiene aún la oportunidad de exhibir sus atributos de inteligencia y fraternidad.



[1] Ramos, Verónica y Roncken, Theo en “El trópico boliviano LA GUERRA minuto tras minuto”, artículo publicado en la revista “Acción Andina”, N° 1, 1997, pg. 62                                                                                             
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SEGUIMIENTOS y COMPLEMENTACIONES
A septiembre 23, 2016

EL ACUERDO DE PAZ Y LA JUSTICIA TRANSICIONAL (2)
Por: Fernando Tocora López
Exmagistrado, tratadista y catedrático. Director ALPEC-Colombia Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología
Cali, Septiembre 23, 2016
                           
Los sistemas penales actuales están concebidos para perseguir ladrones callejeros. La gente en Colombia lo ha dicho en su sabiduría: “La ley es para los de ruana”. Y en efecto, esos sistemas no han sido diseñados para perseguir ladrones de “cuello blanco”, mucho menos para perseguir genocidas ni crímenes de Estado. Los gobernantes que son quienes crean las leyes a  través de sus bancadas parlamentarias, no van a promulgar  leyes contra la gran corrupción pública o privada que les ha permitido enriquecerse personalmente y financiar los partidos que los han llevado al poder. Ni torpes que fueran¡
La historia de la humanidad está llena de crímenes en masa que los países han tratado de justificar muchas veces como guerras. Y pensar que nos jactamos de ser “la civilización”, en contraste con estos pueblos bárbaros y salvajes del mundo periférico. La misma mirada que todavía hoy dispensamos a los pueblos indígenas, a los afroamericanos y a gran parte de los pueblos asiáticos y oceánicos. Miremos nada más, el holocausto de la segunda guerra mundial, seis millones de judíos, 20 millones de rusos, y otros millones de países pisoteados, bombardeados y masacrados. Hasta el pueblo alemán fue víctima, cuando la guerra dio vuelta y los aliados empezaron bombardeos exhaustivos contra la población civil de muchas ciudades germanas. Y qué decir de las bombas atómicas sobre Japón. Eran necesarias bélicamente? no hubiera bastado lanzarlas y “demostrarlas” en guarniciones militares. Todos somos seres humanos ¡En la guerra no suelen haber ganadores.
Hubo que crear unos tribunales ad hoc, el de Nuremberg y el de Tokyo para juzgar menos de un 1% de lo que hubiera sido justiciable en semejante apocalipsis y además solo para juzgar los crímenes de los vencidos. Y si los nazis hubieran ganado la guerra? y si hubieran armado ellos primero la bomba atómica, ¿ quiénes hubieran estado sentados en el banquillo de los acusados ? No ha habido justicia para los genocidios ¡ No la hubo para el de los armenios a comienzos del siglo pasado, ni para  los judíos en su Shoah, ni en Bangladesh, o en Camboya, en los Balcanes, ni para los desaparecidos de Argentina o Chile, ni para la masacre de la Unión Patriótica, ni  para las “guerras de exterminio” (de conquista y colonización) de los pueblos aborígenes en África, América, Australia.
Entonces, no es con la precaria justicia que tenemos, que no puede ni con la seguridad puesta en vilo por los asaltantes callejeros, que vamos a resolver una violencia de más de 60 años, que ha enfrentado ejércitos legales e ilegales, numerosos y bien armados. No es con la justicia de los ladrones “robagallinas” que vamos a enfrentar las “desapariciones forzadas”, las masacres, las torturas oficiales y no oficiales, los “falsos positivos”, el reclutamiento forzado de menores, las prácticas de guerra como la siembra de minas antipersona, el uso de armas de destrucción masiva, y tantas atrocidades más.
Y no es que pretendamos la impunidad, pero sí que la justicia que haya sea la real, la posible, o la mejor posible de la que habla el jefe de la Delegación del Gobierno colombiano a la Habana. Y esa Justicia debe tener en cuenta también el contexto histórico en que este conflicto armado se dio, un contexto de injusticia y de abuso de poder. Es una justicia que no es solo para un lado. También las Fuerzas Armadas y funcionarios del Estado se favorecerán de ella (Anexo I, Título III del Acuerdo);  a dichos agentes del Estado se les podrá perdonar a través de la renuncia a la persecución penal como un mecanismo de tratamiento penal especial diferenciado, que tiene  las restricciones similares a las del  grupo insurgente.
También podrán beneficiarse con las extinciones o renuncias de la acción penal personas a quienes se  les atribuyan los delitos  que hayan sido cometidos en el contexto y en razón del conflicto armado, con restricciones similares a las de los actores armados. Se refiere el art. 29 del Anexo I, a los particulares que puedan de un lado o del otro, ser pasibles de acción y declaración de responsabilidad penal por coparticipación, coautoría o complicidad en conductas penales, salvo las restringidas.
Concluyendo, debemos atenernos a la Justicia Transicional, cuyo nombre no solamente se deriva de hacer el tránsito de una situación a otra, de la guerra a la paz, sino del hecho de transigir, fenómeno muy marcado en la época de la globalización que vivimos, en los que la ley ha seguido el patrón del mercado, se negocia (sistema acusatorio copiado de los Estados Unidos, Tribunales de Arbitramento –convenidos y pagados por las partes-, la mediación y la conciliación campean en todas las áreas del derecho, incluso son impuestos por la ley como prerrequisitos procesales en algunas, los tratados de comercio internacionales vienen con un sistema de justicia propio pactado entre los países, etc.)
Cuando decimos que el sistema penal ordinario no está capacitado para enfrentar fenómenos como  los de la criminalidad de “cuello blanco”, o los crímenes de Estado, o los cometidos en enfrentamientos entre los Estados y ejércitos insurgentes, y hasta la confrontación con el gran crimen organizado (de drogas, armamentos, tráfico de personas, etc.), no estamos pregonando por una impunidad general, pero sí porque se democraticen las administraciones de justicia, y que la ley sea de verdad para todos. Y más allá de eso, que la justicia que prevalezca sea la social, porque en la medida en que ello suceda, los crímenes de la justicia penal se reducirán a cotas “razonables”.

En la llamada “guerra contra la droga” los jueces llevaban las de perder. Los carteles con sus poderosas finanzas, sus equipos de abogados importantes, algunos de ellos ex-magistrados de Salas penales de la Corte Suprema o de Tribunales de Distrito, y su brazo armado de sicarios despiadados, arrinconaron a una justicia armada de un par de códigos y un lapicero desechable. 
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17 de septiembre de 2015
Allí: Detalles sobre el libro, el autor y presentación por su autor en Cali, Colombia, en la 
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 23 de marzo de 2016
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